Ten Piedad, Señor

Señor, Tú dijiste: “Venid a mí todos los que trabajáis y estáis cargados, que yo os consolaré”.

Ten piedad, Señor, de estas tus criaturas: mira que no entendemos, ni sabemos lo que deseamos, ni atinamos lo que pedimos.

Danos, Señor, luz, muestra tu poder y tu misericordia.

Sé que es duro pedirte que quieras a quien no te quiere, que abras a quien no Te llama, que des salud a quien gusta de estar enfermo y anda procurando la enfermedad. Pero tú dijiste, Señor mío, que viniste a buscar a los pecadores.

No mires nuestra ceguera, mi Dios, sino a la mucha sangre que derramó 

Tu Hijo por nosotros.

Que tu misericordia resplandezca en nuestro pecado, porque somos hechura tuya.

¡Oh piadoso y amoroso Señor de mi alma! También dijiste: “Venid a mí todos los que tenéis sed, que yo os daré a beber”. Pues ¿cómo puede dejar de tener gran sed el que está ardiendo en vivas llamas en las codicias de estas cosas miserables de la tierra? Hay gran necesidad de agua para que en ellas no se acaben de consumir.

Recuerda que viniste al mundo para remediar tan grandes necesidades como estas. Mira, Dios mío, que van ganando mucho tus enemigos. Ten piedad de los que no la tienen de sí mismos y, ya que su desventura los tiene puestos en estado que no quieren venir a Ti, ven Tú a ellos, Dios mío.

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